Lea comparte su experiencia

Mi voluntariado en ADI Jerusalén se convirtió en 62 días de soberanía, felicidad, libertad y bendición. Soy Lea (18), vengo de Alemania y decidí realizar mis prácticas en ADI Jerusalén una vez conseguida mi graduación.

Mi día a día de trabajo empezaba a las 7.30h. Eso significaba levantarse a las 6 de la mañana y coger el bus a las 6.40h para llegar puntual. Después de un tiempo, sin embargo, me acostumbré, y para ser sincera: realmente disfrutaba el largo viaje a esas horas de la mañana. Empezar el día laboral en ADI significa recibir un amable “Boker Tow” cada mañana. Mi lugar de trabajo en ADI fue el 4º piso para jóvenes adultos. Poco después del desayuno, Anton, de Alemania, y yo, debíamos levantar a Raffael y a Ronnie (dos residentes en ADI) de sus sillas de ruedas para colocarles en un “Stander” y asegurar así una correcta circulación de la sangre. Después llegaba la hora del desayuno y de las clases de aprendizaje de los residentes. Intentábamos utilizar las habilidades de los residentes para respaldar sus progresos cognitivos. Por eso los juegos se concentraban generalmente en uno o dos órganos sensoriales como el oído o el tacto. Los juegos están dirigidos a diferentes habilidades de cada niño.

Aproximadamente a las 11h era hora del “Tasuka”, durante el cual los niños fabricaban pequeñas libretas o platos de papel que serían vendidos una vez terminados. Teniendo en cuenta la compleja discapacidad de los niños, es necesario ayudarles en cada paso de este trabajo. Finalizado el “Tasuka” significaba preparar a los niños para el almuerzo y darles de comer a las 12.40h. Pero ADI, además del Tasuka, ofrece diferentes actividades cada día, incluso si los niños están cansados tras un día de rutina regular. El día de piscina, por ejemplo, se lleva a cabo en el piso donde trabajo cada miércoles, o el “día-restaurante”, que se realiza los jueves. El final de la jornada depende del piso donde se trabaja. Mi jornada regular terminaba a las 13.10h. Luego podíamos tomar el almuerzo en ADI junto a los demás voluntarios, mientras intercambiábamos experiencias nuevas.

Pasábamos nuestro tiempo libre juntos haciendo actividades recreativas como visitar el Mar Muerto, el Zoo Bíblico, el Casco Antiguo, Tel Aviv (playa), Ashkelon, otras facilidades de ADI o los “apartamentos de voluntarios”, y muchas cosas más. Quedar con voluntarios de otras nacionalidades y aprender culturas de unos y otros hizo que mi viaje fuera incluso más interesante y gratificante.

Y ahora puedo decir: ¡fue un honor para mí ser parte del equipo de ADI, algo que significó coleccionar impresiones inolvidables con personas inolvidables! ¡Mi segundo viaje a ADI muy pronto será planificado!

Ayuda a los niños de ADI a tener más razones para sonreír

Podemos marcar la diferencia en las vidas de los niños israelís con capacidades severas y complejas, ¡y tú también puedes! Financiando uno de nuestros muchos proyectos transformativos, darás la oportunidad a los niños, a pesar de la gravedad de sus discapacidades, de darle sentido a su vida y mejorar la calidad de ésta.